La vida tiene sus etapas. Todos las conocemos, y por mucha preparación que tengamos, nunca estamos completamente listos para cada una de ellas. Y lo bonito es que cada uno de nosotros es un universo con cosas, memorias y vivencias muy particulares. Uno nunca sabe cuál es el gatillo que te enviará la bala con la cual te darás cuenta de la etapa en que estás. Algunos tienen la suerte de madurar a medida que pasa la vida y tienen estas transiciones un poco mejor programadas, aunque entiendo que el choque puede ser igual de fuerte, conciente es verdad, pero choque al fin. Otros, como su humilde escritor, tienen la desdicha que madurar cuando el árbol ya se hizo leña y está en medio del proceso de carbonizarse. Estaba en el tradicional corte de pelo; y el peluquero, luego de la charla igual de tradicional, me acerca el espejo móvil para que, con el doble reflejo pueda ver la calidad del trabajo detrás de mi cabeza. Esta operación para mí es como cuando te dan para degustar el vin...
blaps, bleps, grips, troks, glugs, etc...